martes, 29 de diciembre de 2009

Para que yo me llame Ángel González


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

2 comentarios:

Angeles Fernangómez dijo...

Este, que era para Ángel González su seña de identidad con el que comenzaba siempre sus recitales, a modo de presentación de si mismo, es un poema que me llega al alma, es un poema de todos, creo. Sólo hay que cambiar el nombre "Ángel González" por el de cada cual.
"EL ÉXITO DE TODOS LOS FRACASOS", qué bueno..., el éxito sería aprender de ellos.
Abrazo

olvidatuequipaje dijo...

Tienes razón, Ángeles, es un gran poema este. En cierto sentido, Ángel Gonzáles se está conviertiendo, y lo digo con ciertas reservas, pues debe pasar mucho tiempo para eso, en un poeta nacional, en el sentido de aceptado y valorado por todos, y conocido por gente que habitualmente no entra en el mundo de la poesía.
¿No os parece?