miércoles, 28 de julio de 2010

¿Para qué querrán saber esas cosas?

“Impulsaremos una ley que garantice que todos los poderes públicos faciliten, en tiempo útil, el libre acceso a toda información o documento oficial” -Del programa electoral del PSOE en 2008-


Un ciudadano pregunta al Ayuntamiento de Madrid cuánto costó insertar en prensa una felicitación al Rey en su cumpleaños. Otro pide a Cultura información sobre cómo emplea la SGAE el dinero del canon. Un tercero pide al Tribunal de Cuentas acceso a sus archivos sobre campos de concentración franquistas. Otros preguntan: a Interior cuántas personas son expulsadas, a Defensa cuántas denuncias hay por discriminación de género en el Ejército, al Poder Judicial cuántos jueces son expedientados…

En todos los casos vieron denegada su solicitud; en algunos ni siquiera hubo respuesta: silencio administrativo. En todos el funcionario de turno desconfió ante la curiosidad del ciudadano. ¿Para qué querrán saber esas cosas? Nada bueno debe de tramar quien hace esas preguntas.

Les cuento esto porque la semana pasada el Congreso, tras el Debate sobre el Estado de la Nación, aprobó una resolución de ERC exigiendo una ley que haga posible el libre acceso a la información pública. La apoyó el PSOE, que llevaba ese compromiso en su programa electoral de 2008, como ya lo llevó en el de 2004.

Los casos mencionados aparecen en un informe que una amiga archivera me ha pasado: Cuando lo público no es público, elaborado por Access Info Europe. El informe describe una realidad que conoce quien alguna vez haya solicitado información a la administración, incluso cuando le concierne personalmente: el oscurantismo como norma, no soltar un papel, considerar todo información reservada mientras no se demuestre lo contrario, y obligarnos a procedimientos inextricables, gracias a una legislación que parece diseñada para dificultar el acceso.

Vaya usted a preguntar en qué gasta el dinero su ayuntamiento, o cómo se concedió un contrato, y ya verán qué cara le ponen. Lo saben también los investigadores y familiares que aún encuentran puertas cerradas en los archivos de la represión.

Sin transparencia, la democracia es menos. No tenemos tradición de transparencia en lo público, y se agrava por la falta de cultura democrática de los ciudadanos para ejercer control sobre lo público. A ver si esta vez es la buena.

Isaac Rosa