lunes, 7 de julio de 2008

Rafael Reig: Odia el delito (respuestas a cartas de lectores de "Público")

Odia el delito

Venciendo la náusea que me provoca la noticia, leo horrorizado el juicio que se sigue estos días contra cuatro personas acusadas de los abusos más espeluznantes a niños de 1 a 5 años. Alguno de ellos ha dicho que estaría dispuesto a someterse a castración química, no obstante cabría preguntarse si la maldad de su inhumano crimen reside en los órganos sexuales o en sus podridos cerebros y si especímenes tan degenerados pertenecen siquiera a la categoría animal. Quizá su sitio esté en el reino vegetal y a tal estado debieran ser reducidos. De cualquier forma, dada la reincidencia de muchos de ellos, la justicia está obligada a controlarlos incluso cuando hayan cumplido una pena que, seguro, resulta insuficiente. Por mucha terapia de rehabilitación que sigan, no sé cómo se puede continuar viviendo con semejante carga. Si fueran mínimamente conscientes del mal infligido se convertirían en sus propios verdugos.

(JUAN TORRENS ALZU, PAMPLONA)



Venciendo la náusea que me provoca la noticia, también yo leo horrorizado que ahí siguen impunes, en la calle, los Albertos (esos tan grandes amigos del rey). Lo mismo que todos los demás. Ninguno ha propuesto, que yo sepa, que se le someta a pauperización química o a un tratamiento intensivo de salario mínimo crónico. Los Albertos, por ejemplo, son responsables de los más espeluznantes delitos llevados a cabo contra indefensos empleados, pequeños accionistas o jubilados que les confiaban sus ahorros. Delitos que se consideran probados, aunque se han librado del castigo por triquiñuelas legales (y sin duda también por sus amistades influyentes). ¡Ni siquiera han tenido que devolver la gran cantidad de pasta que estafaron! Así que tiene usted razón: cabría preguntarse si especímenes tan degenerados pertenecen siquiera a la categoría animal o si debieran ser reducidos a vegetales.

De cualquier forma, dada la reincidencia de muchos de ellos y la total ausencia de arrepentimiento, la justicia está obligada a controlarlos, incluso cuando hayan cumplido una pena que, seguro, resulta insuficiente. Que les pongan una pulsera o que el extracto de sus tarjetas de crédito se publique en internet y sepamos en qué se gastan todo lo que apandan.


Yo tampoco sé cómo pueden vivir con semejante carga (veinticuatro millones de euros de carga, que se dice pronto), aunque no creo que estos tipos sigan terapia ninguna de rehabilitación. ¿Es acaso posible rehabilitar a un delincuente financiero? ¿Son casos perdidos? Tampoco se convierten en sus propios verdugos, qué va, pero no creo que se deba a que no sean conscientes del mal que causan. Lo saben de sobra, lo que pasa es que también son conscientes del propio beneficio. Y eligen siempre lo mismo.


Extraído de:

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