"En la transmisión de los valores y en el aprendizaje de la diferencia entre el bien y el mal, el instructor no podrá nunca reemplazar al sacerdote o al pastor, incluso si es importante que se aproxime, porque siempre le faltará la radicalidad del sacrificio de su vida y el carisma de un compromiso basado en la esperanza", dijo en Roma. "Un hombre que cree es un hombre que espera. Y el interés de la República es que haya muchos hombres y mujeres que esperen. La desafección progresiva de las parroquias rurales, el desierto espiritual de las barriadas (...), la penuria de sacerdotes, no ha hecho más felices a los franceses", añadió para propugnar "una laicidad positiva que no considere que las religiones son un peligro, sino una baza".
Reportaje completo en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario