http://www.escolar.net/MT/archives/2007/12/asi-en-la-sgae-como-en-la-iglesia.html
Mucho antes de Internet, de la grabadora de CD o del MP3 hubo un invento que provocó que miles de músicos se quedaran sin trabajo. Fue un avance tecnológico al que se opusieron, con todas sus fuerzas, las sociedades de autores de todo el mundo. Era su asesino y se llamaba gramófono. Por culpa de la música enlatada, dejó de ser necesario contratar a intérpretes para ambientar con melodías un restaurante, una sala, un baile. El tocadiscos mató a la música en directo y en esa terrible reconversión industrial, como en todas, miles de trabajadores tuvieron que irse sin la música a otra parte.
En Estados Unidos, se llegó a pedir la prohibición del disco y el debate llegó, en 1906, hasta el Congreso. "Esas máquinas que hablan van a arruinar el desarrollo artístico de la música", declaró ante los congresistas estadounidenses John Philip Sousa, un compositor de marchas militares al que hoy se recuerda tanto por sus profecías apocalípticas como por su música. El resto de su testimonio ante el Congreso es aún mejor: "Cuando yo era niño, en todas las casas uno encontraba jóvenes que cantaban. Hoy uno escucha estas máquinas infernales todo el día y toda la noche. No nos va a quedar ni una cuerda vocal, las cuerdas vocales van a ser eliminadas por un proceso de evolución como sucedió con la cola del hombre cuando evolucionó del mono".
Un siglo después seguimos teniendo cuerdas vocales y otra serie de avances está matando al viejo asesino, al disco. La tecnología es como Saturno: siempre acaba devorando a sus hijos. Nunca antes fue tan sencillo el acceso a la cultura. Jamás en la historia se ha consumido tanta música como hoy, aunque sea pirata: una revolución que cierra tiendas de discos pero hace que se llenen los conciertos y los musicales. La música fresca está muy viva –en España, los ingresos por conciertos casi se han triplicado en los últimos diez años– pero la música enlatada ya no es tan rentable como fue.
Esta nueva reconversión está provocando que muchos trabajadores pierdan su empleo, aunque esta vez, a diferencia del gramófono, la gran mayoría de ellos no son músicos. Cierran tiendas de discos, las discográficas reducen plantilla por el lado de los expertos en promoción, los estudios de grabación cada vez tienen menos clientes…
Pero el dinero que reparte la SGAE entre sus asociados cada año logra un nuevo récord. "Lo que está en crisis no es la música, sino un modelo concreto de negocio porque la música en vivo parece estar experimentando un momento de auge". La cita, aunque parezca increíble,
es del propio Teddy Bautista, presidente de la SGAE.
La culpa, como siempre en estos casos, la tiene el progreso: es el mismo motivo que acabó con las minas de Asturias o con los trenes de vapor. El mismo fantasma que provocó tres siglos atrás el nacimiento de los movimientos obreros enfrentados a la máquina, al telar de algodón, a Frankenstein. El mismo monstruo que mandó a miles de músicos al paro cuando la invención del gramófono sustituyó su puesto de trabajo por un disco de pizarra.
La gran diferencia es que los fabricantes de neveras jamás pagaron un canon a los vendedores de hielo.
Mucho antes de Internet, de la grabadora de CD o del MP3 hubo un invento que provocó que miles de músicos se quedaran sin trabajo. Fue un avance tecnológico al que se opusieron, con todas sus fuerzas, las sociedades de autores de todo el mundo. Era su asesino y se llamaba gramófono. Por culpa de la música enlatada, dejó de ser necesario contratar a intérpretes para ambientar con melodías un restaurante, una sala, un baile. El tocadiscos mató a la música en directo y en esa terrible reconversión industrial, como en todas, miles de trabajadores tuvieron que irse sin la música a otra parte.
En Estados Unidos, se llegó a pedir la prohibición del disco y el debate llegó, en 1906, hasta el Congreso. "Esas máquinas que hablan van a arruinar el desarrollo artístico de la música", declaró ante los congresistas estadounidenses John Philip Sousa, un compositor de marchas militares al que hoy se recuerda tanto por sus profecías apocalípticas como por su música. El resto de su testimonio ante el Congreso es aún mejor: "Cuando yo era niño, en todas las casas uno encontraba jóvenes que cantaban. Hoy uno escucha estas máquinas infernales todo el día y toda la noche. No nos va a quedar ni una cuerda vocal, las cuerdas vocales van a ser eliminadas por un proceso de evolución como sucedió con la cola del hombre cuando evolucionó del mono".
Un siglo después seguimos teniendo cuerdas vocales y otra serie de avances está matando al viejo asesino, al disco. La tecnología es como Saturno: siempre acaba devorando a sus hijos. Nunca antes fue tan sencillo el acceso a la cultura. Jamás en la historia se ha consumido tanta música como hoy, aunque sea pirata: una revolución que cierra tiendas de discos pero hace que se llenen los conciertos y los musicales. La música fresca está muy viva –en España, los ingresos por conciertos casi se han triplicado en los últimos diez años– pero la música enlatada ya no es tan rentable como fue.
Esta nueva reconversión está provocando que muchos trabajadores pierdan su empleo, aunque esta vez, a diferencia del gramófono, la gran mayoría de ellos no son músicos. Cierran tiendas de discos, las discográficas reducen plantilla por el lado de los expertos en promoción, los estudios de grabación cada vez tienen menos clientes…
Pero el dinero que reparte la SGAE entre sus asociados cada año logra un nuevo récord. "Lo que está en crisis no es la música, sino un modelo concreto de negocio porque la música en vivo parece estar experimentando un momento de auge". La cita, aunque parezca increíble,
es del propio Teddy Bautista, presidente de la SGAE.
La culpa, como siempre en estos casos, la tiene el progreso: es el mismo motivo que acabó con las minas de Asturias o con los trenes de vapor. El mismo fantasma que provocó tres siglos atrás el nacimiento de los movimientos obreros enfrentados a la máquina, al telar de algodón, a Frankenstein. El mismo monstruo que mandó a miles de músicos al paro cuando la invención del gramófono sustituyó su puesto de trabajo por un disco de pizarra.
La gran diferencia es que los fabricantes de neveras jamás pagaron un canon a los vendedores de hielo.
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